por la isla de encanta | 15 Oct, 2009 | Los Incunables de La Isla
A primeros de agosto pasado, me encargaron entrevistar a Amaral para On Madrid. El motivo de la charla era la participación del dúo zaragozano en el festival Ecopop, compartiendo cartel con un montón de grupos españoles de los que molan. Tuve suerte de dar con Juan Aguirre poco antes de que se marchara de vacaciones. Le pillé recién llegado del súper, antes de rellenar su nevera, pero se mostró tan amable como de costumbre. Hace unos pocos días, Amaral cerró la gira «Gato Negro. Dragón Rojo» en Madrid. Cinco noches consecutivas en el Circo Price, con todo el pescao vendido por anticipado. Además, a mediados de septiembre se puso en circulación «La barrera del sonido», el nuevo disco del grupo, grabado en directo en el Palacio de los Deportes de la capital. Como creo que puede ser de vuestro interés, os dejo aquí la transcripción íntegra de nuestra conversación. Que aproveche.
No sois demasiado habituales en los festivales. ¿Por qué sí estaréis en Ecopop?
Hemos participado en algunos. Esta gira está siendo la más larga que hemos hecho y la mayoría son conciertos nuestros. Hemos tocado este año en el ciclo del festival de la guitarra de Barcelona, con Placebo en un concierto organizado por MTV. Ecopop es más pequeño que los sitios a los que solemos ir, pero nos pareció guay porque veíamos que era un festival coherente, con un cartel interesante. Adaptamos nuestro montaje al festival. Casi todos los grupos que tocan allí nos gustan, a algunos les conocemos, como a Cooper, The Sunday Drivers o Lapido. Para nosotros es algo natural.
Con Lapido compartiréis escenario en la jornada de apertura. Me consta que su obra es importante para Amaral.
Desde luego. Ha sido y sigue siendo importante para nosotros. En su momento vimos a 091 en Zaragoza antes de formar nuestro grupo. Somos fans de José Ignacio y, cuando empezamos a publicar discos y demás, hemos podido conocerle, como a mucha otra gente. Es un artista a reivindicar, debería tener una mayor proyección, porque hablamos de canciones bestiales, de un gran compositor. No es la primera vez que coincidimos con él, ya hemos compartido escenario en Granada. Que alguien como él abriera un concierto nuestro nos provoca un pudor raro, porque le consideramos un gran maestro. Odio las palabras grandilocuentes, pero es que nos parece un gran compositor y también un gran guitarrista, con un sonido rockero y crudo muy guapo. Estamos encantados de volver a coincidir con él y seguro que no nos perdemos su concierto.
Hay que aprovechar cuando se va a un festival con este cartel, ¿no?
Lo bueno de los festivales es que tienes ocasión de ver a grupos, es divertido, haces tu concierto y luego puedes ver a grupos que te gustan. También nos gustaría quedarnos a ver a Cooper, pero al día siguiente tocamos en Zaragoza. Creo que es bonito que se cree esa sensación entre los grupos.
Dices que esta gira está yendo muy bien y que no os falta trabajo. No todos vuestros colegas pueden presumir de lo mismo y dicen que la crisis se ha trasladado también al sector.
No somos ajenos a la realidad. Pero más que en el mundo de la música, hemos notado la recesión en los amigos de mi barrio en Zaragoza, porque algunos se han quedado en el paro. Somos afortunados por tener un público fiel que viene a vernos en gran número. Cuando has salido de los garitos ya estás acostumbrado a vivir situaciones agobiantes en las que los conciertos se sacan adelante más por el corazón y por las ganas. Aunque es cierto que hacia 2003 vivimos una especie de explosión que contemplamos con cierto estupor. Contentos, pero también sorprendidos. Es un placer mantener una banda bestial en la que todos somos amigos, podemos viajar a gusto y tener un equipo de primera para que la gente nos escuche perfectamente. Esas son las cosas que te da el tener la fortuna de haber llegado a mucha gente: poder trabajar y ofrecer a la gente lo mejor. Aunque tampoco lo llamaría un trabajo. No quiere decir que no seamos cabezotas, ni profesionales, pero es algo más que trabajo, es un modo de vida.
Un modo de vida que implica trabajar mucho si se quiere descollar.
Sí, significa viajar, tener horarios que te absorben… pero eso ya lo hacíamos antes de dedicarnos a la música en serio, cuando teníamos otros trabajos y estábamos puteados para intentar compaginar con el grupo. Ahora es genial levantarse y pensar que te dedicas a la música al cien por cien.
Estás a punto de irte de vacaciones.
Sí, unos diez días o así. Nos gusta desconectar y para ello cogemos un coche, sin rumbo determinado aunque mirando hacia el norte, porque estamos acostumbrados al frío. Somos más del norte que de achicharrarnos de calor en una playa. Lo mejor de las vacaciones es no planearlas, irte un poco a la aventura a ver qué pasa. Eso lo hacemos bastante.
Hace unos meses contasteis en vuestra gira con otros grandes veteranos, como Lagartija Nick. ¿Qué destacarías de ellos?
Por no marear la perdiz, te diría que son uno de los mejores grupos de rock que puedas encontrar en este país. Por sonido, por intensidad, por textos, por emoción a la hora de cantar… estamos hablando de primera división. Son una pasada. Cualquier disco que pilles es acojonante. Últimamente escucho mucho «El Shock de Leia», que es muy intenso. Es una grandísima banda de rock; sin clichés, además.
Es un grupo único en el mundo, no sólo en España.
Pienso que también debía de ser más valorado. Se merecen mucho más.
Hace poco vi a Los Planetas en El Sol. Parece ser que les gustaría volver a tocar en salas más pequeñas. ¿Vosotros lo echáis de menos también?
Es que nunca hemos dejado de hacerlo. Siempre nos las hemos ingeniado para tocar en baretos, aunque fuera los dos solos. Si te soy sincero, no lo echo de menos porque no veo mucha diferencia. Hay una cosa sobre la que Eva y yo somos obsesivos, y es el sonido. Si tocas en el Palacio de Deportes con un buen sonido, me parece guay; si tocas en una sala pequeña con mal sonido, pues no me mola. Nos sentimos a gusto tocando sea donde sea.
Hace una semana estuve viendo a Nine Inch Nails en La Riviera, y aquello sonaba increíble. Eso marca las diferencias.
Es que cuando tocas en un sitio grande te lo tienes que currar. Tienes que llegar con un poco de tiempo para que el técnico vea el sitio, quizá pillar un equipo adecuado con días de antelación. Todos sabemos que La Riviera es un sitio jodido de sonorizar, pero si se trabaja se puede hacer que suene bien. De todas formas, tocar en un garito con acústica y voz es brutal, y no todo el mundo puede hacerlo sin perder la fuerza. A mí me gustan ambos formatos y los veo como caras de la misma moneda. Lo único que cambia es que en unos hay más gente que en otros.
Supongo que a vuestro técnico de directo lo tendréis en palmitas.
Lleva con nosotros mucho tiempo, creo que nos entiende y es muy importante para nosotros. Pero no sólo él; cuando hemos tocado con otros técnicos ha sido básica una buena comunicación, porque sonorizar una banda de rock también es una forma de arte. Se puede hacer de muchas formas distintas.
¿Qué estás escuchando en el autobús de gira?
A Bon Iver, también a Alondra Bentley, que me parece una de las mejores cantantes en este momento. A Eva también le gusta, piensa que tiene mucho talento. Otro grupo que me ha llegado mucho, en onda más eléctrica, es Drive-By Truckers.
Pues en septiembre sacan un recopilatorio de rarezas.
Ah, pues no sabía. Es lo bueno de hacer entrevistas, te sirve para enterarte de cosas. Cuando estamos de gira vivimos como en una burbuja. Eva me lo decía el otro día, que estar de gira es como vivir en un país itinerante. Así que aprovechamos las entrevistas con periodistas musicales para enterarnos de cosas. En las entrevistas solemos ser introvertidos, pero cuando das con alguien que le mola la música te llevas este tipo de cosas.
Este nuevo disco de Drive-By Truckers tiene una versión curiosa de «Like A Rolling Stone».
Pues lo pillaré, porque me había comprado tres de golpe, uno se lo regalé a Eva, y me gustaron mucho. Ahora también escuchamos bastante a Josh Rouse, Sufjan Stevens y a los clásicos, mucha música de los sesenta y demás. Si Eva estuviera aquí, te diría otras cosas, seguro.
¿Y en castellano no ha habido nada que os haya gustado?
Sí, el disco de La Bien Querida. También algunas canciones de Klaus & Kinski. Somos bastante abiertos y disfrutamos de cosas que escuchamos y ni nos quedamos con el nombre.
¿Sois muy voraces?
Tampoco eso. Pasamos mucho de la tele, de los programas masivos. Eso hace que tengas mucho tiempo y si le sumas las horas que pasas en gira, tienes muchas horas de música, porque la música siempre está puesta. No es voracidad, es que la música siempre está ahí.
Alguna vez te he visto haciendo footing por el centro de Madrid. ¿Eres aficionado?
Sí, salgo bastante. Pillo auriculares grandes para aislarme de los coches y que se escuchen bien los graves y corro mientras dura el disco. He corrido desde pequeño, siempre he hecho atletismo. Correr genera adicción por la secreción de endorfinas, hace que te sientas bien. Es flipante; mis amigos que no lo han probado piensan que es un sacrificio enorme, pero cuando te acostumbras, te lo pide el cuerpo.
=»content-type»>=»keywords»>
Texto: César Luquero
=»edit-time-data»>=»file-list»>=»originator»>=»generator»>=»progid»>=»content-type»>
por la isla de encanta | 29 Oct, 2008 | Los Incunables de La Isla
A primeros de septiembre pasado, tuve el placer de conversar por teléfono con Mónica Naranjo. Mi jefa en On Madrid me encargó entrevistarla porque la gira de presentación de «Tarántula» recalaba en la capital y, claro, había que informar del asunto a los lectores de El País. El caso es que, una vez más, hubo que ceñirse a un determinado número de caracteres, y buena parte de la charla cayó en saco roto. Por si fuera de vuestro interés, reproduzco a continuación la charla que mantuvimos.
¿Qué sensaciones estás teniendo en tu reencuentro con los escenarios?
Muy emotivas, con muchos nervios y responsabilidad. Esto es como cuando no practicas alguna zona muscular: vas viendo que poco a poco el músculo coge fuerza o se debilita. Estamos recogiendo una mezcla de emociones muy fuerte y grata.
¿Durante todos estos años de parón, has temido que el público no respondiera a tu regreso?
No puedes tener esa inseguridad. Ni debes. El escenario no se debe pisar, sino quemar. La que manda eres tú; no te puedes sentir sumisa en ese momento.
Seguridad ante todo, vaya.
El último año, cuando estaba terminando el disco, ya estaba pensando en que me iba de gira, haciéndome a la idea y preparándome físicamente para aguantar dos horas ahí arriba.
¿Cómo te preparas?
Hago un poco de todo: bicicleta, joggin, natación… Aeróbico, para coger fondo. Una hora diaria, como mínimo.
¿Así que nunca dudas sobre tus capacidades?
Después de quince años en este trabajo sé cuáles son mis límites. Sé hasta dónde puedo llegar y dónde no debo llegar, porque sea insano o porque sencillamente no puedo. No hay que extralimitarse, porque sólo somos seres humanos, no dioses.
¿Qué se van a encontrar tus seguidores madrileños en este concierto?
Un concierto de rock gótico. Decidimos ser un poco más oscuros que otras veces. «Tarántula» se presta mucho a ello. Decidimos hacer una mezcla de rock metalero a la que, curiosamente, se adaptaban muy bien los temas antiguos. Quien espere ver un concierto de baladas no lo va a encontrar, aunque estamos moviéndonos para hacer una gira de teatros, más íntima. Como hay mucho repertorio y muy mezclado, en esta gira hemos decidido llevar los temas al lado más rockero.
¿Hacer un disco más oscuro responde al signo de los tiempos?
No. He descubierto que donde más oscuridad hay, también encuentras más luz. Todo está muy trillado y la singularidad se encuentra en la planta menos-uno; ahí es donde vamos los que estamos un poco más desequilibrados que otros. No sólo soy intérprete, también me guiso y me como las canciones y producciones. Soy carne de estudio. La razón de mi ausencia en estos cinco años es que necesitaba investigar, porque no se trata de hacer discos porque sí; esto es arte, no una frutería, y el arte hay que trabajarlo sin prisas. Prefiero estar desaparecida cinco años y dar un buen disco. Hay que dar calidad, porque la vida y los precios están como están y la gente no es tonta.
¿Qué música has descubierto durante la gestación de «Tarántula»?
He escuchado grupos raros, en el buen sentido de la palabra. Me encantan Freestylers, Marilyn, Chemical Brothers… he alternado música underground y música clásica, sobre todo réquiems. Me encanta esa mezcla, esos acordes menores con ritmos oscuros.
Y también la electrónica cañera, por lo que veo…
Los jóvenes tenemos que evolucionar. El problema de la música latina es que se piensa que estamos limitados por cantar en español, cuando es lo contrario. Puedes coger un arreglo o una programación y llevarlo por mil caminos distintos. Pero claro, tienes que creértelo, y eso no es fácil.
Dices disfrutar en el estudio. ¿Eres muy meticulosa?
He pasado una etapa en la vida de mucho perfeccionismo que me estaba destruyendo, porque nunca estaba contenta. Un día me quité ese estigma: ahora lo escucho, antes lo analizaba. Pero han pasado años hasta que lo he conseguido.
Eso está muy bien. Seguro que te ayuda a disfrutar de lo que hacen los demás.
Es un cáncer que te mata lentamente, la peor de las agonías. En la vida hay que disfrutar y no amargarse. Todo es muy sencillo, pero nos empeñamos en complicarlo.
En los agradecimientos del disco pones el acento en que te valoren como persona, no sólo como artista. ¿Llevas mal ser una celebridad?
Pues sí, porque soy una tía muy corriente que encarna un personaje. Mónica Naranjo es un personaje, soy muy actriz encima del escenario. Si tuviera el carácter que represento en escena, no me tragaría ni mi hijo. Pero funciona, ese personaje es lo que da carácter al trabajo. Ten en cuenta que ese personaje está muy cosido a mi piel, que hay muchas horas de trabajo y ensayo detrás para que sea creíble. Pero en el día a día soy normal y corriente. Cuanto más me miro al espejo, menos veo. Todavía me sorprende que alguien se ponga a gritar si me ve por la Gran Vía. Aunque te choque, soy muy discretita.
No me choca. No tengo el gusto de conocerte personalmente.
Una de las cosas que me ha gustado de este regreso es que las cosas han cambiado mucho en los medios; y para bien. Es menos agresivo, al menos con el tipo de prensa con que solemos trabajar. La prensa de ahora es más joven, más amable e inquieta, sabe escuchar y, sobre todo, es fiel a lo que les cuentas. No llegan a la redacción y escriben lo que les hubiera gustado escuchar, que también me ha pasado alguna vez. Estoy encantada con ese cambio.
¿Afrontar la promoción era como una china en el zapato?
No, tampoco. Me hago a la idea antes de salir de casa. Sé que en un día puedo hacer quince o veinte entrevistas pero, al fin y al cabo, una entrevista es cuestión de química y para eso soy muy intuitiva. Como haya una persona que me dé mala vibración, ya estoy deseando terminar. Y a lo mejor esa persona está siendo muy amable conmigo, pero me produce inquietud. Aunque debo decirte que en esta etapa no me ha pasado. Obviamente, pedí a la compañía que no me llenara tanto la agenda; he aprendido de los errores y no quiero las agendas a rebosar. Prefiero estar una semana más en Madrid, dos, me da igual, y hacer las cosas bien. Que el periodista se vaya con todo lo que traía apuntado bien contestado, con tiempo suficiente para poder explayarme en cualquiera de las preguntas que me hagan. Así es cuando nos quedamos todos contentos.
Muchas veces a la promoción peca de prisas, eso es cierto.
Claro, y no dejas a los profesionales explayarse. Lo que me ha gustado mucho de esta etapa promocional es que no he hecho entrevistas, sino que he tenido conversaciones con los periodistas, tal y como la que estamos teniendo tú y yo ahora. Es mejor para todos porque, si no, todo se queda en las preguntas obligatorias.
Que hayas incluido una cita de Soren Kierkegaard –»El pecado es el vértigo hacia la libertad»– en el interior del disco también me ha llamado la atención.
Me encanta esa frase. Para ser libre tienes que pringar mucho últimamente. La libertad tiene un precio y ese precio es el pecado, porque a cambio de esa libertad dejas muchas cosas escapar. No estoy aquí por ambición, estoy aquí por el placer de estar. No quiero esclavizarme, porque soy un alma libre y siempre lo he sido. Soy de Figueras, he crecido en un barrio humilde, lleno de drogas y prostitución; sé lo que es la libertad, lo que es escapar de una esclavitud laboral y emocional. ¿Es un pecado? Pues sí, porque te pierdes otras muchas cosas, pero a mí me valió la pena.
¿Te has sentido esclava de algo o de alguien?
En el momento en que me siento atada, me voy. Porque solos venimos y solos nos vamos: esa es la condición humana. A mi hijo le educo así: él es completamente independiente, porque quiero que sea libre y que nadie le venda chorradas; no quiero que nadie le diga que haga tal o cual porque es bueno para su carrera. ¿Qué es una carrera? No es nada. ¿Es algo que puedas abrazar o que te pueda arropar por la noche? Pues no. Lo importante es tenerte a ti mismo y quererte mucho. Si te quieres, todo funciona. Si no, nada tiene sentido.
Eso de que llegamos solos y nos marchamos igual tiene un punto de tragedia, ¿no?
No, qué va. Es importante estar a solas con uno mismo. Cuando mi marido marcha de viaje estoy a gusto sola. No quiere decir que no le extrañe, ¡pues claro que le extraño!, pero estoy a gusto conmigo misma. Hay personas que no saben estar solas y tienen un grave problema. Todo es una cuestión de autoestima. Nos olvidamos de que estamos solos y nos vamos solos, pero si partiéramos de esa base, por muy dura que sea, la vida se aprovecharía mejor.
¿Cómo te gustaría que te recordaran?
Pues nunca me habían hecho esa pregunta, la verdad. No sé…como una persona apasionada por el arte. Todo lo que he hecho en mi trabajo ha sido con el corazón. Habrá gente a la que le guste y gente a la que no, pero siempre lo he hecho convencida de que sale de dentro. Esa ha sido mi terapia: poder expresar todo lo que siento a través de la música.
No es poco.
Eso creo yo. Si no tuviera un trabajo así creo que habría caído enferma., porque tengo mucha energía.
Texto: César Luquero
por la isla de encanta | 18 Oct, 2008 | Los Incunables de La Isla
La entrevista que puedes leer a renglón seguido permanecía inédita desde el pasado abril. Fue un encargo de Heineken Música, que terminó sepultado bajo polvo virtual por la imparable maquinaria de la actualidad musical. El operativo de rescate concluye satisfactoriamente, casi medio año después.
Niños Mutantes. La letra pequeña
por César Luquero
Tras experimentar con el formato –discos con DVD, cajas de singles, recopilatorios de versiones– y solidificar su sonido en decenas de conciertos, el veterano grupo granadino publica «Todo es el momento», un álbum con material completamente nuevo que sorprenderá incluso a sus detractores.
Hacía más de cinco años que Niños Mutantes no estrenaba LP, pero eso no quiere decir que el grupo andaluz haya estado de brazos cruzados. De hecho, su actividad ha sido tan intensa como de costumbre y su discografía ha seguido engordando gracias a la publicación de cuatro sencillos y dos recopilatorios: «Canciones para el primer día en la tierra» (2005) –que se nutría de la colección de singles antes citada– y «Grandes éxitos de otros» (2007), que recogía las versiones grabadas por el grupo desde su formación.
Así las cosas, no extraña que «Todo es el momento» haya despertado cierta expectación en los círculos de nuestro rock independiente. Y cabe decir que ellos no han perdido el tiempo, porque estamos ante su colección de canciones más conseguida y variada hasta la fecha. Un trabajo en el que exponen buena parte de lo aprendido en su carrera, ejemplo de regularidad y discreción que ahora, casi quince años después, da sus mejores frutos.
Juan Alberto Martínez, granadino de 33 años, es el cantante y guitarrista de Niños Mutantes. También es un abogado laboralista en ejercicio que, como el resto de sus compañeros, compagina ambas profesiones de la mejor manera posible. «Más que profesionales liberales», explica al otro lado del teléfono, «somos profesionales mal pagados, con derecho a escaparse». «Ninguno de nosotros vive de la música, tenemos otras ocupaciones que nos permiten seguir con esto, que es nuestra pasión. En el grupo hay de todo: abogados, informáticos, productores de televisión… siempre hemos buscado ocupaciones en las que nosotros marcábamos nuestro horario».
Teniendo en cuenta los detalles de producción del disco –la grabación empezó en la Alpujarra, siguió en un estudio de la capital nazarí y se remató en Madrid–, suponemos que habrán tenido que hacer encaje de bolillos con el cuadrante. Pero ha merecido la pena. De aquí a finales de mayo tendrás oportunidad de comprobarlo en vivo y en directo, porque Niños Mutantes protagoniza una extensa gira con casi veinte fechas bien repartidas por todo el país.
¿Qué supone para vosotros este nuevo álbum después de tanto tiempo sin trabajar dicho formato?
No es un álbum más, es un disco muy especial. Desde que empezamos a prepararlo, nos ha dado la impresión de que era un paso importante, el resultado de todo el camino que llevamos andado. Ahora mismo miramos atrás y vemos un camino de aprendizaje hasta llegar a este punto. Sentíamos la misma ilusión y energía de nuestros principios.
Antes de «Todo es el momento» y de vuestro recopilatorio de versiones, publicasteis una colección de cuatro sencillos. ¿Cuál fue el principal aprendizaje de aquella experiencia?
Fue un intento de ruptura con la rutina marcada por la industria: componer, grabar más diez canciones, hacer la promoción, una gira y vuelta a empezar. Queríamos romper con eso, lo que pasa es que, después de cuatro singles seguidos, aquello también se convirtió en rutina. El desafío era volver a hacer un disco. Lo que aprendimos de la colección de singles fue que cada canción se merece todo el tiempo y atención en el momento de ser grabada. Eso a veces se diluye durante la grabación de un álbum, porque trabajas con varias canciones a la vez.
Ahora, con perspectiva, ¿tienes la sensación de no haber dedicado suficiente atención a algunas de vuestras canciones?
No…cada canción es fruto de un momento y no solemos volver la vista atrás. Estamos contentos con todo lo que hemos hecho, porque respondía a lo que necesitábamos en cada momento. Nosotros siempre hemos hecho lo que nos ha salido de los huevos, es la gran suerte que hemos tenido. Tenemos una carrera larga, marcada por la libertad absoluta y por ausencia total de injerencias o presiones externas.
¿Y dentro de esa libertad absoluta, cual es la regla de oro?
Siempre hemos buscado lo mismo: hacer canciones redondas y que emocionen. Canciones que hablen de temas que afectan a nuestras vidas; como no somos perros verdes, sabemos que también afectan a la vida de los demás.
Ser un grupo de pop, vaya…
Sí…Nuestro norte siempre ha sido disfrutar con la música. No nos han movido ni las modas ni los condicionantes comerciales. Siempre hemos buscado sentirnos a gusto y reflejados en nuestras canciones.
Lo que más me gusta de «Todo es el momento» es la gran dinámica entre canciones que tiene. Mucha más que en cualquiera de vuestros discos anteriores. ¿Estás de acuerdo?
Sí, totalmente. Nuestros trabajos anteriores siempre respondían más a un estilo o forma de trabajo determinado. Vistos con perspectiva, sí pueden parecer más lineales. En este disco hemos buscado la variedad, pero también han ido saliendo así las cosas. Hay canciones sólo con acústica y violonchelo, otras son casi bailables, otras más experimentales. Estoy de acuerdo contigo. Aunque ya no se escuchen los álbumes de principio a fin y la forma de escuchar música ahora mismo sea por canciones sueltas, nosotros hemos intentado hacer un disco que se pudiera escuchar entero, que fuera un viaje y que fuera entretenido.
Una faena eso de que los discos ya no se escuchen enteros, ¿no?
Pues sí, para los románticos y los clásicos sí es un palo. Es una forma de convertir la música en un producto de consumo inmediato. Nosotros aspiramos a hacer cosas que perduren un poco más. Hemos vuelto al álbum para hacer una colección coherente y que pudiera escucharse entera. En fin, vamos contra los tiempos.
Parte de la grabación del disco ha tenido lugar en La Alpujarra. ¿Qué buscabais allí?
La gente siempre nos dice que les gustamos más en directo que en disco. Buscábamos una aproximación lo más natural posible al sonido del grupo y para eso necesitábamos un espacio más grande que el de un estudio al uso. Encontramos un cortijo en La Alpujarra que nos venía de perlas, se instaló allí un estudio totalmente vintage, con material antiguo de los setenta, para grabar en directo y sobre cinta analógica.
Los Enemigos grabaron «Gas» (1996) de la misma forma, aunque ellos se fueron a un caserío de Guipúzcoa.
Y les pasó lo mismo que a nosotros. Como era un estudio accidental, fue complicado empezar a trabajar, hubo mucho caos al principio hasta que empezaron a funcionar las cosas. Al igual que Los Enemigos, buscábamos el aislamiento, el estar concentrados y viviendo juntos mientras hacíamos el disco, que es algo que nos había faltado en los trabajos anteriores.
¿En qué zona de La Alpujarra está el cortijo?
Cerca de Órgiva, que es uno de los pueblos más grandes de la zona, con varios anejos. Uno de ellos es Los Tablones, y ahí es donde estábamos. Es un pequeño reducto hippie, de hecho allí hacen la Fiesta del Dragón, una fiesta de primavera a la que acuden miles de hippies de toda Europa. Se dio la circunstancia de que la gente de Producciones Peligrosas, que se encargó de montar el estudio, tenían amigos en el pueblo. Por eso fuimos allí.
Hace poco vi un reportaje sobre la Fiesta del Dragón y me sorprendió lo mucho que habían cambiado los hippies.
Sí, antes hablaban de paz, amor y drogas lisérgicas y ahora prácticamente son unos bakalas. No participamos mucho del mundo rave-hippie que había, pero bueno, en cualquier caso es un lujo estar grabando allí, con esas estrellas encima de la cabeza en lugar de cemento. Esas cosas acaban filtrándose en los discos.
Habéis trabajado con Fino Oyonarte, un productor experto capaz de trabajar con grupos muy distintos. ¿Cuál fue la primera impresión al tomar contacto con él?
Muy buena, igual que la última. Fino es un tío de puta madre en lo personal, pero es que en lo profesional tiene unos grados de compromiso que no son sanos, se entusiasma con su trabajo y se desvive porque el grupo quede contento y el disco refleje cómo es el grupo. Hay productores que intentan llevarte a su terreno, hacia su sello personal, pero Fino se vacía de ego y hace todo lo posible porque tu música suena a como suenas tú en el local de ensayo.
Una vez conocido el material, ¿cuál fue su primera consigna?
Pues él coincidió con nosotros en algo que nos rondaba, pero para lo que necesitábamos una guía: ser más sutiles tocando, ser capaces de acentuar las diferencias en las intensidades. Si hay que tocar a todo trapo, adelante; pero si hay que tocar suave, eso ha de llevarse al extremo. Fino nos ha ayudado mucho con eso y seguramente por eso este disco es más variado. Siempre hemos sido muy enérgicos pese a ser un grupo de pop, pero Fino nos ha ayudado a encontrar esos matices que hacen que las canciones respiren.
En los últimos meses habéis afrontado cambios importantes: paternidades, cambios en la formación, una nueva oficina de representación…
Sí, hemos cambiado muchas cosas. En nuestras vidas ha habido nacimientos, muertes, rupturas, nuevos amores, se ha incorporado Andrés, que es una de las mejores cosas que nos ha pasado desde que empezamos en la música, trabajamos con una nueva editorial…muchas cosas…
Así que «Todo es el momento» tiene algo de milagro, porque muchas veces ese tipo de cambios acaban con los grupos.
Esperamos que sí, lo hemos hecho con frescura y nueva energía que viene de todo ese cambio. Eso está presente en la ilusión y actitud hacia el disco. Por eso se llama «Todo es el momento», aparte de por una lectura más filosófica u orientalista, referida a la exaltación del instante y al rechazo a la ansiedad que producen pasado y futuro.
¿Habéis aplicado esas máximas orientales?
Se intenta, pero es un camino complicado. Supongo que lleva toda una vida aprender a hacerlo, pero durante la grabación del disco sí que lo hemos intentado poner en práctica.
Con el disco recién terminado, supongo que será complicado desprenderse de las expectativas.
Claro, mentiría si no dijera que tenemos más expectativas que nunca. Pero es que nunca hemos tenido las sensaciones que tenemos ahora en lo referente a la grabación, el resultado final y los primeros conciertos de la gira.
¿Por qué dices que Andrés López es de lo mejor que os ha pasado desde que empezasteis?
Porque hay mucha sintonía personal, somos grandes amigos. Pero además Andrés es un gran guitarrista, gran arreglista y hace unos coros perfectos. Es muy fácil trabajar con él, aporta mucho entusiasmo y tenía que haber estado con nosotros desde siempre.
¿Y por qué no ha sido así hasta ahora?
Pues porque él vivía en Sevilla, tocaba en Malahora. Se mudó a Granada y coincidió que nos habíamos quedado en trío. Fue nuestro gran fichaje.
Siendo él miembro de Malahora, ya teníais en común la devoción por 091, ¿no?
Sí, Andrés es muy fan de 091 y nosotros también crecimos con los cero. Él no los pudo disfrutar tanto en directo, pero aquí, cuando estábamos en el instituto, uno de los grandes acontecimientos era que el fin de semana los 091 tocaran cerca, porque siguen siendo uno de los mejores grupos en directo que han conocido los escenarios de este país. De todas maneras, nosotros éramos más fans de Lagartija Nick que de los cero.
Supongo que crecer en Granada, con unos referentes musicales tan importantes como esos, te termina marcando si lo que te gusta es el rock.
Eso fue una suerte, porque eran un modelo a seguir por lo bien que sonaban y por la energía que transmitían en sus conciertos. Si nosotros estamos en esto es en gran parte por haber visto a Lagartija Nick, 091 y Surfin’ Bichos cuando éramos adolescentes. Queríamos subirnos al escenario y hacer lo mismo que ellos. Bueno, y también había otros grandes motores, como Nirvana y los Pixies.
¿Has seguido la pista a la saga Surfin’ Bichos?
No a todos. Seguimos la carrera de Chucho sobre todo. La última época ya perdimos un poco la atención. Y al resto de ramificaciones no les hemos seguido la pista, aunque siempre que he escuchado canciones de ese tronco común me han parecido interesantes.
Dos canciones me llaman la atención sobre el resto. La primera de ellas es «Te favorece tanto estar callada», por estar cerca de lo que suena ahora en las discotecas indies. ¿Cómo llegáis a ella?
Somos permeables a lo que vamos escuchando y en los últimos años nos ha gustado mucho el sonido de Bloc Party, Franz Ferdinand o los Strokes. Teníamos más bocetos en esa línea, pero sólo ha quedado esta. Curiosamente, el esqueleto de esta canción fue un intento de versión de la etapa del «Grandes éxitos de otros». En concreto partía de «Yo soy quien espía los juegos de los niños» de Ilegales. Al final no tiene nada que ver, pero la raíz está ahí.
La otra canción que me llama la atención es «Formentera»; creo que trasciende el sonido indie-rock que os caracterizaba.
Sí. Hay otras canciones de sonido más clásico en el disco además de esa. «Formentera» mira hacia los Love. Tanto las letras como el sonido son más maduros en este disco. En canciones como «Formentera» ha influido una experiencia de los últimos años: Andrés y yo hacíamos conciertos acústicos aprovechando periodos de poca actividad y hemos incorporado ese sonido acústico a los conciertos con la formación completa. Eso marca otra línea en la música y las letras.
Con una carrera tan larga e intensa como la vuestra, ¿por qué crees que siempre habéis estado en segunda fila?
Pues no lo sé, quizá porque no hemos dado con la tecla correcta. Nunca hemos sido oportunistas, sólo hemos hecho lo que nos salía de dentro en cada momento. Si gustaba, pues bien; si no, también. No hemos tenido portadas ni hits, pero sí hemos conocido el poder del boca a boca. Movemos mucha más gente que grupos con mayor resonancia en los medios y eso se ha conseguido a través de las recomendaciones de amigo a amigo. De todas formas, los caminos del señor son inescrutables, nunca se sabe por qué un grupo tiene éxito y otro no..
Aún así, conviene definir bien el concepto de éxito, porque es algo bastante relativo.
Claro, nuestro éxito es que no somos flor de un día, que después de diez años tenemos una fiel legión de seguidores que nos demuestra cariño, respeto y se identifica con lo que hacemos. Creo que eso tiene más valor que dar un pelotazo y que a los dos años nadie se acuerde de ti. En este tiempo hemos visto caer a muchas esperanzas blancas.
Texto: César Luquero
Fotos: sacadas de su web oficial
por la isla de encanta | 2 Oct, 2008 | Los Incunables de La Isla
Hacía muchos años que quería entrevistar a Manolo García. Reconozco que sus discos en solitario apenas me pellizcan, pero todavía me emociono al escuchar «Las palabras son cansancio», «No me acostumbro», «Trabajo duro» y muchas otras. El caso es que, hace tres semanas, mi redactora-jefa de On Madrid me encargó charlar con él a propósito de su concierto en la capital. Como de costumbre, buena parte de la entrevista quedó en el limbo de lo no-publicado por cuestiones de espacio. La conversación fue distendida y creo que puede interesar a sus muchos seguidores, así que aquí la tenéis.
Te pillo en un estudio de grabación. ¿En qué estás trabajando?
No soy muy dado a las colaboraciones, los homenajes y esos líos, pero me pidieron que colaborara en un disco de tributo a Los Chichos y dije que sí. Estoy grabándolo ahora mismo.
Imagino que accediste porque Los Chichos forman parte de tu banda sonora sentimental.
De la mía y de la de mucha gente. Empecé a notar que esa música me interesaba de muy crío, con grupos como Smash y más tarde Lole y Manuel. Me compraba casetes y me gustaban mucho. Luego pasé al rock andaluz; Triana ha sido uno de mis grupos favoritos, unos inventores del mestizaje. Después de descubrir que King Crimson eran estupendos, me di cuenta que Triana incluso me gustaban más. Luego llegó la rumba catalana… un poco de todo.
La ventaja es que a Triana se les entiende mejor que a King Crimson…
Sí, así de simple es el asunto. En esa época había otros grupos paradigma de una gran creatividad, como los primeros Pink Floyd o Jethro Tull. Pero King Crimson fueron una revolución sonora para mí. Luego me di cuenta de que Triana me emocionaban más, porque les entendía. Y también a otros grupos del rock andaluz, como Medina Azahara, Gualberto o Guadalquivir. Llegas a la conclusión de que el rock anglosajón está bien, pero tampoco es para matarse. Elvis Costello mola muchísimo, Neil Young es la hostia, la Creedence también es estupenda, pero aquí había cosas que empezaron copiando a aquellos y terminaron teniendo un peso absoluto, con una idiosincrasia propia. Ahí me vencieron, y al final tenía más discos de aquí que de fuera e iba a más conciertos de grupos españoles. Después empecé a descubrir el flamenco y llegué a la conclusión de que en el trío De Lucía-McLaughlin-Di Meola, el mejor era Paco, no me jodas.
La explosión del llamado Nuevo Flamenco coincidió con el despegue de popularidad de El Último de la Fila. ¿Cómo viviste aquello?
Tuvimos un encuentro muy curioso. Fuimos a Nueva York invitados por la SGAE a unas jornadas musicales. Íbamos en el avión con Camarón y Ketama, compartiendo escenario con ellos. Teníamos un estilo propio, pero aquello lo habían descubierto grupos como Smash mucho tiempo atrás. Del Nuevo Flamenco me quedo con el primer disco de Veneno, aquel de la pastilla de chocolate en la portada, que es impagable. La juerga y el cachondeo, dicho en el buen sentido, de los discos de Pata Negra, ese humor, ese desapego y ese casticismo me parecía genial. De lo mejorcito, si no lo mejor, con permiso de Ketama y de algunos grupos mestizos de ahora.
¿Es cierto que a finales de los setenta grabaste versiones de Triana?
Sí. En aquella época era músico aficionado, trabajaba en otras cosas para ganarme la vida, pero iba haciendo mis chapucillas. Lo que caía. Y lo que caía podía ser tocar con una orquesta en bodas o grabar versiones de Miguel Ríos, Triana o la Orquesta Mondragón. En el caso que dices me llevé dos sueldos, porque canté y toqué la batería.
En aquel entonces tocabas la batería…
Sí, para mí fue una escuela importante, en la que pesqué mucha profesión, muchas horas de escenario. Ingratas por no aplaudidas, porque la gente estaba por el ligoteo, el baile y el bebercio. El grupo que tocara les importaba poco; si tocabas mal, te apedreaban; si lo hacías bien, simplemente bailaban. Eso está muy bien, porque es una escuela de humildad, de saber lo que es picar piedra. Ahora estoy grabando una versión del «Libre» de Los Chichos, pero esa canción la he tocado en aquella época muchas veces.
Ese camino ya lo tienes recorrido…
Sí, eso hace escuela. Cuando veo a gente que en un año es famosa y hace giras me parece sorprendente. Puede que esté muy bien, pero yo aprendí de otra manera. Era el que llevaba el café y barría el taller. Luego empiezas a trabajar con el oficial, y después eres oficial de segunda. Ocho, nueve años de trabajo… no un año. En la música siempre he ido ascendiendo poco a poco, escalón a escalón, nunca me he saltado dos de golpe. Eso me gusta porque me ha enseñado a valorar lo que tengo, a agradecerlo y a respetar al público incluso aunque ellos no siempre hayan respetado. Hablo de esa época de la orquesta tocando en fiestas mayores. Aprendes a templar, a ser educado, a agradecer el aplauso espontáneo.
¿Qué supuso el punk para ti?
Un punto de inflexión. Ese desparpajo después de épocas de tostón, de rock sinfónico, vino muy bien. Descubrir a The Clash, por ejemplo. Ese contenido de textos con revulsivo social te aporta cosas. Ya sabes que existe Dylan o la canción protesta, pero el punk es desparpajo absoluto, una jeta brutal, y eso tiene su parte buena: gente con mucha creatividad y nulos conocimientos técnicos saliendo a escena. Era divertido y fue un tiempo estupendo, muy aleccionador.
Has grabado «Saldremos a la lluvia» en Creta. ¿Qué has encontrado allí?
Tranquilidad. Un lugar no masificado, en la costa, a 150 metros del mar, con músicos que tocan de forma diferente. Eso me ha servido para aderezar mis canciones de pop. Han sido días de placidez, de comida sana, de sonidos diferentes. Una oportunidad de aventura, que al fin y al cabo es lo que busco en mis discos.
¿Ese entorno ha influido en el resultado?
Evidentemente. Es un viaje de ida y vuelta, un toma y daca en el que los implicados cambian su percepción. No he ido allí para hacer música griega, porque sería una impostura. Puedo disfrutar de la música griega, pero lo que he hecho es aderezar mi música, que es más occidental, hecha con guitarra eléctrica y batería. No pretendo hacer world-music ni investigar en música popular de otro país. Me puede gustar puntualmente, pero en mi coche suenan Green Day, Radiohead, Bob Dylan o Red Hot Chili Peppers.
Dices que has comido bien por allí. ¿Algún plato que te haya sorprendido en particular?
Pues el principal descubrimiento ha sido constatar que, si dejasen que cada grupo social hiciese sus alimentos, el mundo iría mejor. La gente estaría más feliz, comería más sano. Allí eran bastante autosuficientes, algo que el sistema no soporta. Los huevos de la tortilla eran de las gallinas que había allí, el pescado también lo pescaban en el pueblo. No había turismo, ni hoteles, ni supermercado, ni contaminación. El queso, exquisito, era de las cabras de una de las abuelas del pueblo, que lo vendía a los dos taberneros de allí. Si los gobiernos dejasen a la gente ser agricultora, ganadera y demás, todos comeríamos mejor. La comida industrial es una mierda.
Tus discos son la respuesta a un estímulo tan primario como «Manolo García se asoma a la ventana y toma apuntes del natural». ¿Estás de acuerdo?
Sí, absolutamente. Conforme pasan los años crece mi adoración por la naturaleza y mi desprecio hacia nuestro sistema social, que me parece un engaño y un sinvivir, tanto si tienes mucho como si no tienes nada. Es un despropósito que no haya equilibrio, que se haya apostado por una economía industrial y masificada que no permite a la gente ganarse la vida al por menor, en su terruño. Me parece un gran error que todo esté orientado al gran negocio; en esa insatisfacción hago canciones, pinto cuadros e intento hacer de mi rebeldía un poco de arte, dicho con permiso y de forma humilde y personal. Es una rebeldía pacífica que busca la belleza y el sentido de esta sociedad, que está bastante enferma.
Esa vitalismo de tus canciones contrasta con tu postura social, bastante más pesimista.
Trecet lo decía en su programa: «Busca la belleza, es lo único importante en este asqueroso mundo». El arte busca una estabilidad emocional. En la Edad de Piedra, o en la Edad Media, las condiciones de vida eran durísimas y, a pesar de los avances, siempre se ha seguido solucionando las cosas a garrotazos. Nuestro mundo de progreso tiene una parte estupenda, como los avances técnicos y médicos, pero hay problemas muy grandes. La dominación por el miedo, sin ir más lejos. Los artistas buscamos una salida anímica a esta realidad.
Pero siempre con los pies en el suelo.
Sí. Soy un escéptico participativo. No me creo nada, pero intento poner mi granito de arena para que el mundo sea un poco mejor; con mis errores y mis metidas de pata, intento ir corrigiendo el tiro según puedo.
¿Cómo te sientes en las calles de una gran ciudad como Madrid?
Me siento un poco extraño y alucinado por ser esclavo de este tipo de vida en la que hay coches, prisas, hipotecas… pero yo también estoy ahí. En Madrid o en Barcelona, que es mi ciudad. Una ciudad con el tipo de vasallaje al que nos someten, en el que tienes que pagar por todo, no provoca buenas sensaciones. La vida cultural, cuando la hay, puede tener un cierto aliciente, pero no compensa el pago que tienes que hacer a cambio.
Al final del disco, en las notas que acompañan a los logos de las ONG’s con que colaboras, da la sensación de que pides disculpas por insistir en estas preocupaciones. ¿Por qué?
Hay músicos con una sola pretensión, que me parece muy respetable, sea lúdico o concienciador. A mí el músico brasa, de entrada, no me gusta. Que Bono, Bob Geldof o Sting alerten sobre ciertas cosas me parece correcto, pero creo que el músico no debe perder su norte. No se puede estar dando la brasa todo el día sosteniendo que la verdad absoluta es la que defiendes tú. Por eso intento dejar claro en esas notas que tampoco pretendo ser pesado ni estar en posesión de la verdad. De ahí el tacto: no quiero ser pesado ni abanderado de ningún movimiento. Soy músico y busco la poesía de la vida; para lo otro soy un ciudadano más.
Pero eres consciente de tu capacidad para llegar a la fibra sensible de la gente con tus canciones, supongo. Quiero decir: a ti te escuchan; a un ciudadano anónimo como yo, no.
De acuerdo. Por eso precisamente nunca voy a lanzar mensajes de consumo, o de que compren tal coche. En cambio sí voy a insistir en los temas medioambientales. Puedo ser ateo, cristiano, budista o musulman, pero los científicos dicen verdades empíricas, y han demostrado varias cosas al respecto del medio ambiente que son muy importantes. Ahí eliges: puedes no influir en nada, puedes influir en que la gente consuma más o puedes hablar de cuestiones sociales. Me decanto por lo último porque es mi carácter y no tengo que pedir disculpas.
Tus canciones están marcadas por la vida y sus múltiples manifestaciones pero, ¿qué hay de la muerte?
Pienso en ella como todo el mundo. Esta claro que el billete es de ida, no hay retorno. Soy vitalista, amo la existencia, pero sé que biológicamente vamos a menos, que decrecemos y nos extinguimos. Punto y final. A veces hay un corte contundente, instantáneo, se acabó. Otras veces el decrecimiento es muy lento y hay gente que vive más de ochenta años. No hay nada más que decir, eso está admitido y asumido. Lo importante es que mientras gastamos ese ticket que se nos da al nacer, seamos consecuentes con nosotros mismos, estemos a gusto e intentemos dejar una estela de alegría y buenas sensaciones, siendo respetuosos con nuestro entorno, con la naturaleza y las otras gentes. Esa manera de funcionar no sólo es beneficiosa para los demás, también lo es para uno. Creo que es las escuelas hay un error muy grande: se enseña a los críos a ganar dinero, a hacer carreras, a prepararse para ser consumidores y gastar; pero no se enseña el amor y el desamor, una ética, a vivir y morir, a perder seres queridos y encontrar personas amadas…a eso no se enseña. Yo intento aprender estas cosas a mi manera y con mis maestros, asumiendo que forman parte de la vida.
Así que la muerte no te subleva.
No, me parece que esto es una cadena que debe seguir moviéndose. Creo que sería horrible vivir dos mil años, aunque me hubiese gustado conocer el Imperio Bizantino o la Antigua Grecia. Pero en esa hipotética máquina del tiempo siempre iría hacia atrás. El futuro no me interesa.
Texto: César Luquero
por la isla de encanta | 25 Sep, 2008 | Los Incunables de La Isla
… Aquí tenéis la segunda y última entrega de la conversación que mantuve con Lapido y Arias el pasado mes de abril. Como os comentaba en el primer post a propósito de ella, fue un encargo que me hicieron mis compañeros de Rolling Stone al que hube de meter tijera para adaptarlo al espacio requerido por la revista. Ésta es la versión íntegra…
La semana pasada estuvieron los representantes de la Movida Madrileña en un baile de gala en Mónaco. ¿Cómo lo valoráis?
(L): A mí me parece patético.
(A): Es una forma de aprisionar y simplificar algo que es mucho más complejo, minoritario e interactivo. No es que los grupos de Madrid vinieran aquí a decir misa.
(L): De hecho aquí sólo vinieron a tocar Los Secretos, que los vi en La Zubia, y Nacha Pop, que tocaron con Medina Azahara en el Zaidín. A principios de los ochenta sólo vinieron ellos. De todo eso ha quedado que fue una explosión de color y de diseño, eso es lo que han llevado ahora a Mónaco, con Almodóvar y Alaska; eso es lo que ha quedado como prototipo de aquello, pero fue mucho más.
Hace unos meses también hubo aquí, en Granada, un encuentro sobre la Movida Granadina.
(L): Tampoco hay que pecar de nostalgia, aquello estuvo bien mientras duró, estamos en otras cosas y las necesidades creativas son distintas.
(A): De hecho creo que se grabaron singles sensacionales, como Parálisis Permanente o Derribos Arias, pero luego los álbumes que hicieron eran una ful. También había grupos como Radio Futura que estuvieron a salvo de eso.
(L): Pero eso también nos pasó a nosotros, porque 091 grabó su primer disco a los seis meses de empezar. Un atrevimiento, un no querer ver la realidad. Tampoco había muchas personas que aconsejaran, porque en España no existían productores, algo que en Inglaterra o Estados Unidos existía desde hacía décadas. Nosotros teníamos diez canciones y las sacamos, sin discriminar si eran buenas o no. Si pudiera volver atrás no sacaría el primer disco de 091, como mucho sacaría un single, seleccionando, pero entonces creías que eras el amo del mundo con diez canciones acojonantes. Es que el primer disco lo grabamos en cuatro días.
(A): Además, la postura del ingeniero de sonido era que todo estaba mal, porque ellos querían hacer su sonido.
(L): En Inglaterra a principios de lo sesenta ya contaban con buenos productores, lo mismo que Estados Unidos. Sabían encauzar el talento de los músicos jóvenes.
(A): Aquí se ponían delante de ti con el reloj, todo el mundo metiéndote prisa… no había un volcado de ideas, no existía el mimo de ahora.
(L): En eso sí se ha avanzado mucho, se ha profesionalizado todo. En los ochenta las grabaciones eran penosas, por mucha gracia que nos puedan hacer ahora. Aparte de que en aquel momento todos los ingenieros descubrieron aparatitos como las reverb digitales, y le dieron al botón.
Tú, José Ignacio, vuelves a producir tu nuevo disco, pero Antonio siempre busca un productor.
(A): Sí, siempre procuro tener a alguien responsable de la grabación para poder echarle la culpa. Cuando produces un disco tienes que estar muy atento a todo, y eso a mí me desconcierta. Prefiero tener a alguien para quitarme de en medio. Y hoy, con todo el mundo detrás del tío que maneja el ratón, pues mucho menos… yo no quiero ser el del ratón.
Y tú José Ignacio, ¿cómo llevas eso?
(L): Yo no uso el ratón, sólo doy instrucciones. Desde que empecé en solitario me he producido los discos por falta de presupuesto. La verdad es que lo pensé para este disco, pero al final decidí hacerlo así. Antonio tiene razón, has de estar pendiente de mucha cosas, pero se sobrelleva.
Antonio, tú produjiste el primer EP de Los Planetas.
(A): Sí, fue más echar una mano que otra cosa. Conocía al batería y tenía un cuatro pistas, así que les ayudé a grabar porque metían mucho ruido. Tuvieron tanta suerte que ya no hice falta más. Me llamaron para el primer disco pero les dije que ya volaban alto, que para qué me iba a llevar yo el 25 por ciento.
(L): Perdiste tu gran oportunidad…
(A): De hecho, hace poco descubrí por casa aquellas demos de Los Planetas mientras trabajaba en la reedición de “Inercia”. Ya le dije a Jota que aquello me estaba quemando en las manos… Que yo sepa es la primera grabación de Los Planetas, pero bueno, se la daré a ellos.
José Ignacio, ¿Cómo valoras que se reedite un disco como “Inercia”?
(L): Me parece perfecto. Como fan de la música, agradecí mucho las reediciones de los Byrds. Los tenía en vinilo, pero lo agradecí por el material extra. En el caso de “Inercia” con más razón, porque ni estaba en el mercado. Yo lo voy a hacer con “Música Celestial”, que está desaparecido, y lo voy a reeditar ya mismo.
(A): El problema es que no está el disco en la tienda y tiene que ser una iniciativa por parte del músico, completamente privada.
(L): Los discos de 091 tampoco se pueden encontrar por ejemplo. Yo lo haría, pero ponerme a hablar con el abogado de Universal me da un poco de pereza.
(A): Yo he tardado siete años en conseguirlo.
(L): La gente pregunta cómo encontrar los discos de 091, y es que no se puede. Hemos reeditado el “Último Concierto” porque teníamos los derechos, pero todos los anteriores…meterte ahí es tiempo y dinero que yo no tengo.
(A): y no sólo eso, también dependes de que al abogado le dé el punto y comience a moverte el papeleo.
(L): Yo he llegado al punto de tener que pedir permiso para poder interpretar nuestras propias canciones para la grabación de “Último Concierto”. Tuve una pelea con el abogado de Polygram de la hostia. ¡Quería que le pagáramos por sacar nuestras propias canciones en un disco en directo! Claro, te pones a leer los contratos leoninos que te hacía y lo encuentras en la cláusula 533B…
(A): Y no hablas con el tío que te fichó…
(L): ¡Qué va, qué va! A ese tío hace mucho que lo han despedido. El abogado es el único que se mantiene en el puesto durante décadas; los cazatalentos que te doran la píldora duran seis meses.
¿Qué es lo que más admiras de Antonio?
(L): Hace bien muchas cosas. Su talento como compositor e intérprete. Es uno de los grandes bajistas que hay en España. Tiene capacidad para innovar y no quedarse parado.
¿Esperas sus discos con curiosidad?
(L): Claro, claro. “El Shock de Leia” ha sido un paso adelante y atrás porque ha recuperado el gusto por las canciones, ya que estaba yéndose más hacia el sonido. Ahora ha conseguido una colección más natural y real.
(A): José eso lo hace más, desarrolla la armonía de forma más completa. Yo lo he intentado pero sin mover acordes, así que en ese disco he tenido que echar la vista atrás, sin encorsetarme en el estilo porque entonces te quedas con el típico fraseo rock. Hace poco me compré la discografía de Andy Partridge, que es un maestro en el desarrollo de armonías; Jota de Los Planetas también lo hace, pero con muchos menos acordes.
¿Y tú cual crees que es el punto fuerte de José Ignacio?
(A): Es que me gusta lo que hace desde siempre, desde el primer single. Siempre me ha llamado la atención. Vivíamos cerca y quedábamos a menudo; como yo lo único que quería era aprender, me quedaba callado… y él también.
(L): ¡La didáctica del silencio!
(A): Para mí más que un compañero es un profesor, el que me ha orientado, con el que me he desarrollado y he aprendido a hacer las cosas. Cuando maquetábamos aquellas canciones juntos, veía que el desarrollo de estrofa, puente y estribillo le encajaba perfectamente, y eso es muy difícil de hacer. Yo no pude hacerlo así, pero en esa búsqueda logré conocerme a mí.
(L): Al final encontraste tu propio camino, porque las letras de Lagartija no tienen nada que ver con lo que yo hago.
(A): A mí me encanta que un grupo diga que está influenciado por 091 0 Los Planetas. Parece que en este país está mal visto, pero a mí me parece algo tan natural como que te influyan The Kinks. Es lógico que las composiciones de José Ignacio hayan llegado tan hondo, que sean para toda la vida, porque son sobrenaturales. Aparte, tocaba una Gibson SG y yo alucinaba, porque nunca había visto una.
(L): Ni yo hasta que la compré.
¿Esa SG es la misma que usas ahora?
(L): La misma, una SG de 1979. Ahora cumplirá 30 años, es un guitarrazo.
(A): Auténtico, no se le ha roto nunca. Yo seguí su instrucción de no limpiar mi instrumento y tengo mi bajo hecho una mierda…
Lagartija Nick está nominado este año en los Premios de la Música. ¿Cómo os lo tomáis?
(A): Ya me parece bastante que se fijen en algo que han ignorado durante décadas. Si sirve para que empiecen a ayudar en la autoedición y hagan lo que prometieron… entrar un poco en el sistema para cargártelo desde dentro. Si gana el premio Triángulo de Amor Bizarro me parece perfecto, porque es un grupo joven y forma parte de la escena que mete vitalidad a la música… lo que no puede ser es darle ese premio a O’Funkillo, porque es cargarse la esperanza de esa gente que hace un rock más comprometido, más difícil. Está bien figurar ahí de alguna manera, porque es que somos los socios más viejunos de la SGAE. Supongo que somos miembros de la Academia por nuestro número en la SGAE.
¿Estás de acuerdo, José Ignacio?
(L): No tengo mucha fe en ningún tipo de premio, pero si sirven para algo creo que debe ser para lo que dice Antonio. Yo sería más radical, no haría distinción entre rock y rock alternativo. ¿Por qué Lagartija Nick no puede optar a ese premio y sólo puede optar un grupo ya establecido que lleva años en una multinacional? Parece que esos premios a los alternativos son de consolación. Yo creo que Lagartija Nick no son alternativos, sino un pedazo de grupo de rock. Y ya está. Si su disco es mejor que el de Rosendo, ¿por qué no se lo vas a dar?
Antonio cree que los grupos jóvenes son mejores músicos que antes. ¿Qué te parece a ti?
(L): Tocan mejor y han oído mucha más música, eso sí. Es que en los ochenta, salvo los grupos de rock duro como Barón Rojo, no tocábamos muy allá. Era puro afán de imitación de aquello que te gustaba y no nos cortábamos ante nada. No habíamos aprendido en una academia, sino sobre la marcha.
(A): En los ochenta había productores que querían hacer que tocaras como un profesional, pero la forma de hacer que más ha perdurado es la de los cuatro amigos que no eran profesionales. En las grabaciones había siempre músicos de estudio haciendo cola; en cuanto fallabas, ya estaba alguno piando y el productor deseando quitarte de en medio. Pero ha trascendido la postura más cabezona, no la profesional ni estandarizada. Pero esa lucha está perdida con las multinacionales, que quieren reorientar las carreras como si estuvieran en una empresa de telefonía móvil.
¿Es posible perdurar en el rock and roll sin ser cabezón?
(L): Depende del sentido que quieras imprimir a tu trayectoria. Hay personas que a las primeras de cambio se dejan llevar por no tener esa fortaleza de ánimo. Ejemplos en el pop español hay muchos, de grupos que empiezan con unos determinados presupuestos artísticos pero que luego desarrollan una trayectoria mareante, sin personalidad alguna, intentando adaptarse. Al final se recompensa la cabezonería, pero tampoco creo que deba ser la actitud de un burro que sólo ve lo que hay enfrente, sino la determinación para mantener tu sentido y capacidad de decisión.
¿Habéis tenido momentos de duda, de flaqueza?
(L): No, ya con 091 nos dimos cuenta de que nunca saltaríamos de lo underground a lo comercial. Con “Doce canciones sin piedad” ya nos dimos cuenta de eso. Ahí vimos que era o tirarnos al barro o seguir por nuestro camino, y nunca dudamos en seguir con nuestra forma de hacer las cosas.
Estar aquí, un cuarto de siglo después de vuestro primer encuentro, ¿Os pone contentos?
(L): A mí me alegra que ambos sigamos haciendo música, con ganas.
(A): Eso demuestra que hay una pasión que une a la gente. Yo me alegro porque eso anima a todo el mundo a seguir creando.
(L): Es una sorpresa, eso desde luego. Yo ni por asomo pensé que seguiría 25 años después de haber empezado, aquí, con la SG todavía… lo hacíamos por mero placer, por tocar… seguir aquí es muy grato.
(A): Por supuesto. Y mantener la amistad y seguir viéndonos, también. Que siga yendo gente a los conciertos y valorando tu trabajo es otra alegría y hay que agradecerlo; al final acabas queriendo a todos y cada uno de los 3000 o 4000 que te quedan.
(L): El otro día estuve viendo a Lagartija Nick presentando el “Inercia” y dieron un conciertazo. No es que digas que veinte años después siguen pero en estado catatónico, es que a estos no les tose nadie en directo. Tienen una fuerza y un empuje dignos de admiración después de tanto tiempo. Es algo real, que existe, que puede competir con cualquier cosa que sale ahora.
(A): Es una de las luchas: que no te condicionen ni relacionen a ningún momento o escena ya pasada. Que tenga vigencia por sí mismo.
(L): El hecho de estar haciendo algo de valor ahora mismo, en 2008, sin vivir de las rentas de un pasado lejano.
Texto: César Luquero
Fotos: Antonio G. Olmedo (agolmedo@hotmail.com)
por la isla de encanta | 18 Sep, 2008 | Los Incunables de La Isla
Mis compañeros de la revista Rolling Stone me encargaron que entrevistara a dúo a José Ignacio Lapido y Antonio Arias para incluir dicha interviú en su número 103, que vio la luz en mayo pasado. Hecho: cogí el portante y me presenté en Granada, donde me recibieron con mucha amabilidad y ganas de hablar, contentos por compartir escena un cuarto de siglo después de su primer encuentro. Como el espacio siempre es un bien escaso en las revistas musicales, tuve que editar la pieza y ceñirme a las indicaciones de mi redactor jefe. Ahora que ha pasado un tiempo prudencial, recupero (en dos partes) el total de la conversación, esperando que sea de vuestro agrado. Para dar el lustre que la ocasión reclama, llamé al fotógrafo Antonio G. Olmedo y le pedí que me pasara alguna fotuni de la sesion realizada la misma semana de la entrevista, a lo que accedió con un entusiasmo que sólo me cabe agradecer. En fin, os dejo con los maestros…
¿Recordáis el día en que os conocisteis?
(Lapido): Si la memoria no me falla fue en 1982. Tacho, José Antonio y yo habíamos decidido hacer un grupo y nos faltaba un bajista. José Antonio había sido cantante de TNT con el hermano de Antonio, Jesús Arias, y nos dijo que su hermano pequeño tocaba el bajo.
(Arias): Así me presenté. El otro día, Tacho me recordó que canté una canción en plan “Canción a Claudia” o “Canción a Julia”…
(L): Lo primero que hicimos fue comprobar qué tal tocaba. Su hermano decía que muy bien, pero eso lo dicen todos los hermanos. Creo que tocó una de Police.
(A): Sí, “So Lonely” de Police y el “God Save The Queen” de Sex Pistols.
(L): Nos gustó cómo la cantaba, nos gustó que el bajista cantara.
(A): A ellos les conocía porque había visto varios conciertos de Al-Dar, su anterior grupo. Me gustaban mucho porque eran el grupo más potente aquí. La posibilidad de entrar en 091 fue muy importante para mí, porque entré fácil, con 16 años, ya en un grupazo. Recuerdo que José Ignacio, al cabo del mes de estar en el grupo, me dijo: “ya veo que te desenvuelves, así que saca el meñique”. Es el consejo que más doy a los bajistas.
(L): ¡Es lo mismo que le dije a Sergio, el actual bajista de Lori Meyers, que estuvo tocando en mi banda! «¿Para qué tienes el meñique?»…
(A): Ahí pude acceder a un grupo profesional, con instrumentos profesionales y, sobre todo, al repertorio que manejaban ellos. José Ignacio ya era un compositor estupendo en aquella época, pero él me enseñaba a los Electric Prunes, a The Kinks…
(L): Tú también eras muy fan de los Byrds o de Buddy Holly…
(A): Sí, pero aquella fue mi universidad. Fue la experiencia más increíble que se puede tener a esa edad.
(L): Y el encuentro fue aquí al lado, en las cuevas.
(A): He subido la cuesta nada más que para recordar.
(L): Los cero siempre ensayábamos ahí, durante toda la vida del grupo. Eran propiedad de Cristóbal, un tipo que se autodenominaba “El Último Bandolero de Andalucía”. Tenía una furgo y se dedicaba a llevar a los grupos de bolo. También transportaba animales, así que la furgoneta olía fatal…
(A): Cristóbal decía que había sido de los maquis. Cuando se emborrachaba decía que le tocáramos el bim-bom, sacaba una navaja y se la ponía entre los dientes…
L: Eran de ese hombre, pero cuando murió se lo quedó un familiar suyo. Dicen que está en venta, pero allí nadie construye.
¿Qué gustos musicales compartíais?
(L): A mí me gustaba mucho la música de los sesenta. Sobre todo The Beatles. Los dos éramos beatlemaníacos y creo que lo seguimos siendo. También The Who, Byrds, los Kinks, The Jam…
(A): Convivíamos con una serie de grupos que en realidad eran orquestas. Valorábamos mucho que era el principio de una escena granadina que luego se reactivó, porque el primer manager de 091 fue Paco Ramírez, que ya lo había sido de Al-Dar, y el single de Al-Dar lo había producido el guitarrista de Los Ángeles. Aquello era una manera de revitalizar la escena.
(L): Agustín había grabado el single de Al-Dar y al principio de 091 colaboraba con nosotros y nos asesoraba. Tenía una discoteca y nos dejaba ensayar por allí. De hecho, el primer concierto de Lagartija fue en aquella discoteca.
No mucha gente sabe que en aquel concierto tú tocaste la guitarra con Lagartija Nick y también en la primera maqueta del grupo.
(A): Él me ayudó. Yo veía que podía manejarme y me apetecía cantar.
(L): Antonio se había ido de 091 después de “Más de 100 lobos” (1986), pero a los dos años retomamos la relación. Él tenía maquetas de canciones suyas, empezó a venir a mi casa y empezamos a trabajar en lo que luego sería “Doce canciones sin piedad” (1989). En ese mismo momento empezó con Lagartija Nick y le ayudé en lo que pude. Pero aquel fue el único concierto que hice con Lagartija Nick.
(A): Era una época en la que había mucho trabajo. Finales de los ochenta, con los grupos contratados por los ayuntamientos para llenar plazas de toros; teníamos unos cachés que nos permitían vivir de la música y vacilar por la noche…
¿Era más fácil ser rockero en aquel entonces?
(L): Es un hecho que en los ochenta los ayuntamientos contrataban muchos espectáculos de este tipo. Eso en los noventa desapareció. Aquí, en Granada, había muchos conciertos, se montaban continuamente, pagados con dinero público. Eso ahora es imposible.
(A): La rueda giraba e hizo posible que desarrolláramos nuestros proyectos antes de la gran crisis del CD. Pudimos profesionalizarnos, algo que ahora es más difícil.
¿Cómo os afectó el fin de todo aquello?
(L): La verdad es que también tuvo un efecto negativo, porque se hincharon los cachés. Muchos grupos cobraban por encima de lo que generaban, se organizaban y pagaban conciertos a fondo perdido. Cuando llegó la crisis de primeros de los noventa, los primeros recortes de gasto fueron en cultura. La única opción que hubo fue buscarse la vida en las salas: tocar en las salas yendo a taquilla y papeándote el país en furgo. Unas veces se ganaba y la mayoría no.
(A): Pero era obligatorio seguir, salir. El primer manager de Lagartija Nick era vasco, así que tocamos mucho por allí, en gaztetxes, por muy poco dinero. Era duro, pero ocurre que la perspectiva del músico siempre es del presente hacia atrás. No te das cuenta en tu vida diaria de lo graves que son algunos problemas. Tu vocación te lleva y superas las crisis como buenamente puedes. Lo de aquella época fue un paso obligado que se llevó a muchos grupos por delante.
(L): La crisis de los noventa terminó con la mayoría de grupos de los ochenta, pero pocos grupos de los noventa han sobrevivido.
(A): Nos acordamos de El Inquilino Comunista, Penélope Trip, La Secta… pero sólo han quedado Los Planetas.
(L): Pero yo en ningún momento pensé que con la crisis se había terminado aquello, porque es lo único que sé hacer. Cuando 091 se separaron sí fue un gran cambio para mí; al empezar en solitario, los ingresos se redujeron.
(A): Fue muy valiente.
(L): No era valentía, era cabezonería.
(A): A mí lo de salir en solitario me da pánico.
Pues todos identificamos a Lagartija Nick contigo…
(A): Sí, pero no es lo mismo ir sólo con tu nombre, que es una posición ante la vida, que con un grupo.
(L): Yo seguía sacando discos, pero me vi obligado a buscar otra fuente de ingresos, escribiendo guiones.
(A): Cuando llegó la crisis más profunda nosotros nos beneficiamos de haber sacado ya “Omega”, eso nos ayudó a pasar los peores años, del 95 al 99. Tuvimos la suerte de que salió eso y nos ayudó mogollón a todos los niveles para pasar la peor época del grupo, la del thrash-metal. Siempre digo que lo mío ha sido un viaje guiado desde muy joven por gente muy profesional, pero tampoco creo que la cosa tenga mucha ciencia, es como tú te lo plantees…
(L): La música en España, al menos como yo la he vivido, no es cosa de hacer planes, sino de estar a la que salta: si puedes, haces una gira; si puedes, grabas un disco… supongo que hay bandas que sí pueden hacer planes, pero no es nuestro caso.
(A): Nosotros venimos de una pasión musical, de una vocación muy fuerte, así que cuando 091 entramos en Zafiro, que ni sabían quién era Joe Strummer, ya nos dimos cuenta que era la movida que tú llevaras, que el que tiene que estar seguro eres tú, porque las compañías no sólo no te entienden, es que no van a participar de lo que tu crees.
(L): Es una opción personal, la de mantener nuestra forma de entender la música sin dejarnos influenciar por los consejos interesados que nos pudieran dar desde una compañía. Fue nuestra opción y nunca dimos el salto a la primera división comercial, pero cuando uno elige un camino lo hace con todas las consecuencias.
(A): Yo pienso que eso nos ha beneficiado, tanto a José como a nosotros, porque al final tenemos el respeto de muchísima gente.
(L): Más que por el respeto, que se agradece, es porque me siento bien conmigo mismo, porque tampoco me veo en otro papel, siguiendo el camino que marcan las modas.
(A): Es que ahí te pierdes, porque las compañías siempre quieren cambiar cosas y eso acaba perjudicando el resultado de los discos. Es lo que tiene dejarse guiar por economistas.
Antonio dice que una de las cosas que le llena de orgullo es ser de los pocos que ha firmado canciones junto a ti.
(L): Sí, él ponía la música y yo la letra. Las dos están en “Doce canciones sin piedad”. Una de ellas es “En tus ojos”, que era una de las maquetas que tenía preparadas para Lagartija Nick. Me encantaba esa canción.
(A): Incluso algunas de los primeros Lagartija Nick, como “No lo puedes ver” o “En un mundo real”, las llegamos a sacar para 091, pero ya me pilló a mí valiente y decidí sacarlas yo para adelante. Vi que Eric Jiménez estaba sólo, en un bar, y que era el momento.
(L): Eric es uno de los músicos claves de la escena granadina. Es un superviviente nato.
(A): Es otro ejemplo de músico talentoso que ha tenido arte para vivir, porque ha tenido épocas altas y bajas.
(L): La historia de Eric es mucho más agradecida de contar que la nuestra, porque ha tenido experiencia con tantos grupos…El otro día en el Ruido Rosa le decía que escribiera su biografía, porque iba a dar mucho de sí. Ha estado en KGB, en Lagartija, en Los Planetas…
Y sigue siendo un músico promiscuo…
(A): Sí, abarca más de lo que puede morder. Pero es por eso, porque venimos de una profesionalización, aunque hoy en día se valora mucho el amateurismo. El músico amateur es el que consigue las portadas de la prensa en España desde hace tiempo. Por su carácter alternativo pero también por su docilidad. Esa docilidad se traduce en un amateurismo que a mi me cuesta trabajo entender.
Para José Ignacio el rock suponía saber que no estaba sólo. ¿ Y para ti?
(A): Claro, hacer una canción crea un compromiso de comunicación, de hacerte entender. Es como la canción de los Beatles, la ecuación de “Abbey Road”: al final de tu vida el amor que recibes es igual al amor que das. Tambien Val del Omar lo decía: al final de tu vida te examinarán de amor.
(L): Al principio de todo, el encontrar gente que compartía unos gustos musicales como los tuyos o encontrar a alguien que tocara un instrumento era importante.
(A): También por la dificultad que había para acceder a esos discos.
(L): Y también por lo que vivimos en aquel momento, el punk y la nueva ola. Ahora se falsea la historia una barbaridad con todo el rollo de la movida madrileña o granadina. No había hordas de punkis en la calle, como mucho había uno. Y en Granada era igual, éramos cuatro. Cuando eres joven necesitas motivos de identificación y nosotros lo encontramos ahí.
(A): Tacho tenía una edición increíble del “All Mods Con” de los Jam, pero el acceso a los discos era restringido, tenías que ir a casa de un colega a escuchar los discos. Era tomar para dar.
¿Y esa percepción del rock como pequeño lugar común la seguís teniendo?
(L): Las cosas cambian, pero los motivos que me mueven no demasiado: el amor por la música y las ganas de crear algo.
(A): Además ahora hay unos referentes claros. Lori Meyers son un ejemplo claro del chovinismo granadino: siempre hablan de 091, Lagartija Nick, TNT , Los Planetas… eso es un poco inaudito, que los referentes sean más locales que otra cosa.
(L): Claro, porque nosotros no teníamos referentes cercanos. La conexión lógica que deberíamos haber tenido eran Los Ángeles y Miguel Ríos, pero hubo un vacío en los setenta.
(A): Los 091 en los ochenta ya nos veíamos con Morente, de hecho yo empecé a colaborar con Morente por una frase que dijo cuando todavía estaba en 091: “yo tengo cosas para hacer con un grupo”. Ya existía esa intención, ese camino ya estaba abierto.
(L): Pero grupos como Lori Meyers ya han tenido la experiencia de ver grupos tocando guitarras eléctricas. Yo también había visto a Leño, a Burning, a Asfalto…
(A): Recuerdo que uno de los primeros conciertos de 091 fue teloneando a Micky y Los Tonys…
(L): Antes había una tienda de instrumentos, tenías que esperar meses para conseguir un ampli bueno, pero ahora todo es más fácil…
¿Y el acceso fácil a todas las cosas cómo lo valoráis?
(L): Pues depende. Ahora hay mucha gente que almacena música, discografías completas, pero me pregunto si tienen tiempo de escucharla.
(A): A mí me ha pasado eso…
(L): Yo soy de los pocos gilipollas que sigue comprando discos, pero todavía tengo discos por abrir, porque quiero escucharlos bien, muchas veces, saber quién lo ha grabado y dónde… no sé si eso es positivo o negativo, pero eso ha cambiado.
(A): Es que comprar un disco ahora es un acto de coleccionismo mucho más potente, porque lo que estamos comprando son másters de los discos. Si todo se quemara, los grupos vendrían a tu casa a pedirte el máster. Pero detrás de todo eso hay una serie de oficios implicados.
(L): Claro, hay todo un proceso industrial en una grabación que arrastra a un montón de gente.
(A): Por otro lado, claro que mola lo de Myspace, pero corres el riesgo de llenarte de carpetas con discos que nunca oyes.
Continuará…
Texto: César Luquero
Fotos: Antonio G. Olmedo (agolmedo@hotmail.com)