Tachenko. Os Reís Porque Sois Jóvenes.
Muy pronto, en las mejores salas…
Muy pronto, en las mejores salas…
A Bunbury parece haberle llegado la hora de cambiar el rumbo de sus sueños. Después de un debut solista con Radical Sonora (1997), donde la meta era levantar por completo el ancla simbólica que lo unía a los Héroes del silencio; Pequeño (1999) y Pequeño Cabaret ambulante (2000), una orquesta de tugurio y humos balcánicos; reapareció en Flamingos (2002) como un boxeador que escupe algunas verdades en clave de humor desde la esquina de un ring tan ocasional como su desengaño.
Luego llegó El Viaje a ninguna parte (2004) y con él, el avistamiento de una mirada occidental que se dejó seducir por los ángulos más exóticos y tercermundistas de Centro América. Ya no se trataba de aquellas metáforas simbolistas y barrocas que había creado con Héroes del Silencio, en donde las citas a William Blake eran un motivo dominante y en donde nada, nada, parecía pertenecer al universo austero del lenguaje.
Con El viaje a ninguna parte, Bunbury parece cumplir y plasmar uno de sus caprichos y tal vez demostrar que el devenir cronológico humano debe, necesariamente, reflejarse en la creación artística. Porque a estas alturas la escena ya no era la de William Blake, sino la de un hombre que escribía una carta desesperada “desde la plaza de armas de un lugar cualquiera” y que se dejaba cautivar por una Nicaragua cargada de una historia mitificada que parecía batallar al presente desde los versos de cada canción.
Pronto llegaría el Freak Show (2005), un disco en vivo con temática circense, en donde el personaje viste sus mejores galas de caricatura y se camufla, ahora, debajo de una galera de naipes y parias de la diversión.
Con El tiempo de la cerezas (2006), saca el traje del ropero que había guardado desde El pequeño cabaret ambulante y lo desempolva junto a Nacho Vegas. Bunbury acota el perfil excéntrico de su escena, y desde la penumbra permite el lucimiento de un cantautor de Gijón proveniente del indie español que, si bien hasta el momento ya tenía tres discos editados como solista, logra con este proyecto la consagración ante un público que parecía haber estado esperándolo desde siempre.
Con Hellville de Luxe (2008) Bunbury comienza un camino inverso, ya no es el extranjero que no sabe dónde ha de llegar, sino más bien un explorador solitario que comienza a mirarse a sí mismo pero al que todavía no le ha llegado el momento de reconocerse. La fragilidad y las pocas certezas de Pequeño (“…y si ayer dije blanco y mañana de un salto me paso a lo negro, no lo veas extraño, aún ando buscando dónde me quedo…”), mutan en Hellville de Luxe a una suerte de seguridad manifiesta, en la que el hombre delgado jura, no flaqueará jamás.
Razones personales.
“Fiel a las imágenes eternas pero constante en la contemplación”. Hicieron falta ocho discos solistas para que, una vez escarbadas todas las capas posibles, Bunbury logre con Las Consecuencias (2010), el disco más íntimo de su carrera. En Las Consecuencias no reniega de su pasado nómada (“no fue la curiosidad lo que me hizo huir con ella”), sino que se sirve de él para explicar un presente desde un nuevo lugar que ya no es ninguna parte.
En “El Boxeador” vuelven las imágenes de Flamingos, pero en una situación revisionista de aquel que “ha aprendido a esquivar un ataque” y que ahora sabe que golpea mejor, quien golpea primero.
“Frente a frente” es una versión de la canción de Manuel Alejandro que aparece en el disco quizás a modo de homenaje, o tal vez como el manifiesto remanente de un tópico de desamor que ya no tiene nada que decir, pues ya no queda nada de qué hablar.
Un solo de piano introduce quizás la conclusión conceptual del disco: “nunca se convence del todo a nadie de nada”. Sin embargo Bunbury arriesga una vez más, y esta vez ya no hay guantes en la esquina del ring, ni trajes entallados, ni galeras con naipes, ni barcas perdidas en lugares remotos; hay desnudez y un fraseo tan directo como la melodía lo permite. Tal vez por eso, porque las consecuencias son inevitables y porque una retirada a tiempo es siempre una derrota, Bunbury se reinventa esta vez en otro viaje, al centro de la tierra, que es él mismo.
Adelante Bonaparte, faltaría más…
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